Asociación para el estudio de temas grupales, psicosociales e institucionales

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A. Carraro: Consideraciones sobre el tiempo libre


Alberto Carraro

Consideraciones sobre el tiempo libre

 


Se trata de un artículo escrito para un círculo de deportistas náuticos en las cercanías de Venecia del que es socio el autor. Se trata de una contribución para comprender el tiempo libre de forma alternativa.

Partiremos de un supuesto radical: el tiempo libre no existe.

Parecería, en el leguaje común, una expresión de introducción reciente y pertenece a una tipología de clasificación de las ocupaciones humanas bastante desprestigiada por la asociación con el trabajo, que constituiría una especie de tiempo ocupado, que conlleva esfuerzo, causa agobios y quita libertad.

Aunque en realidad, el origen etimológico latino (otium) identifica como término de referencia positivo la actividad de tiempo libre, en la que uno se puede dedicar al descanso, al reposo y al cuidado del cuerpo y del espíritu, mientras que califica negativamente (negotium) lo que representa el hacer. En el imaginario heredado de la cultura de la que descendemos, el tiempo de descanso posee un valor de referencia para la calidad de la vida respecto al tiempo ocupado en las actividades tanto económicas como sociales y políticas (también en la guerra) que parecen negar la posibilidad de un espacio para uno mismo.

Utilizar el tiempo libre para reposar, para descansar es una expresión que indica un aspecto importante de ésta auténtica función social. En oposición y en alternancia aparece el tiempo de trabajo, asociado a las nociones de responsabilidad, de obligación y de necesidad. En el otium se abre camino y se posibilita una actitud mental especial que permite dedicarse a una determinada actividad (lectura, paseos, visitas, excursiones,…) sin tener que conseguir resultados útiles o prácticos.

La tendencia contemplativa es sin duda un ingrediente particular del otium y consiste en la capacidad ofrecida al individuo de dejar a un lado las preocupaciones cotidianas y quehaceres inmediatos, creando la oportunidad de mirarse a sí mismo como un observador. La situación de otium amplifica el campo visual del individuo y permite aprovechar aspectos de la vida que quedaron desconocidos, sobre todo a causa de la insistente repetición de las obligaciones de la vida.

El trabajo, hasta el corte de las vacaciones y fiestas, ha permanecido en primer plano como el auténtico centro de gravedad de todo el ser humano. Está muy difundida la idea de que el nivel de equilibrio y el estado de bienestar aumentan sensiblemente cuando la tarea, la profesión, la ocupación laboral han sido elegidos libremente (por vocación). Puesto que personalidad y estilo de vida están de diferente forma implicados en la condición totalizadora del trabajo, el equilibrio se alcanza con seguridad gracias al incentivo económico y profesional, pero también a través de mecanismos de descarga y de sublimación (gratificación profesional, visibilidad y reconocimiento social, empuje hacia nuevos proyectos, etc..).

Sabemos el beneficio que constituye la espera de un día de fiesta o la gran cantidad de expectativas que se deposita sobre un periodo más largo de vacaciones.

De por sí, el otium no sustituye completamente la función de equilibrio psíquico, de satisfacción y de felicidad que se consigue con el trabajo. El ocio no tiene esa fuerza porque está sin saberlo sembrado de sentimientos de culpa de diferentes orígenes y, de todas formas siempre vinculados a las confrontaciones que surgen en la vida de relación familiar y social. En el intercambio entre dar y recibir en la vida afectiva, por ejemplo, casi nunca sucede que se alcance una paridad que compense lo que se ha dado “de más”, y esta convicción constituye uno de los mecanismos de compensación más ensayados, que ayuda a la expectativa depositada en el tiempo libre.

Pensar que el tiempo libre es efectivamente libre es una especial ilusión que nos obliga a creer (cuando nos dedicamos a él) que estamos inmersos en un oasis, casi libres de obligaciones que, para poder llevar a término, requieren implicación, responsabilidad.

Es evidente el propósito de presentar el trabajo como si constituyera un mecanismo de equilibrio. La tarea laboral aparece motivada psicológicamente y llega a ser gratificante en su conjunto solo cuando se cumple la función social de la profesión fuera de un contexto de obligaciones y de presiones con sus consecuentes insatisfacciones, que, desgraciadamente, son inevitables. El ser humano, a través del trabajo, alcanza una estabilidad particular mediante una realización de sí que le asegura, antes que nada, vinculación a la realidad gracias al grupo o a los grupos de pertenencia. En síntesis, el trabajo reforzando los vínculos entre realidad e individuo ayudaría a producir una persona creadora y autónoma, en condiciones de generar a su vez vínculos  que garantizan inserción en el contexto social, (en el mejor de los casos..).

Y el tiempo libre?

El ser miembro del Club Fusina 11, del  puerto deportivo que acoge a los propietarios de pequeños barcos que navegan dentro de la laguna de Venecia, me ha sugerido estas consideraciones, aunando mi experiencia a la de una serie de personas que intentan, más sencillamente, liberarse de las preocupaciones del trabajo (y de la familia), de las obligaciones de tipo social y del  estrés.

La naturaleza es sobre todo un pretexto, cómplice, en alguna medida, de la evasión. Quién, llegado a este punto, sintiera la necesidad de introducir la categoría de respeto o protección (de la naturaleza), estaría promoviendo una especie de desplazamiento desde el interior hacia el exterior de la problemática que he decidido tratar, por eso aplazo a otra ocasión este tipo de observaciones. Así como no tocaré otra motivación, marginal en este momento con respecto a nuestro tema, constituida por el vínculo histórico heredado de generación en generación y representado por el especial ligamen de las poblaciones que viven al lado de la barena (apelativo veneto de la laguna). Me refiero a las actividades de pesca, caza y de esparcimiento sin más “tout-court”, tan ampliamente documentadas en textos y revistas.

La persona de vacaciones, o de fin de semana, deslizándose en las tranquilas y perfumadas aguas con el encantador horizonte de la laguna de Venecia y de sus islas doradas, termina por adaptarse a la situación de otium, estrechando vínculos placenteros con este siempre nuevo contexto de existencia (dejarse mecer en las plácidas aguas, tanto en las horas ardientes de la tarde estival, como en las chispeantes atmósferas invernales…). Cuando, luego, llega el momento de regreso a casa y de la vuelta a empezar de las actividades habituales, la persona está obligada a un cambio; se hace necesaria una especie de readaptación.

La idea de regreso ha cumplido su misión durante, pero sobre todo hacia el final del tiempo de reposo, del corte del trabajo, puesto que se produce un tipo de contemplación de la propia inserción en el contexto familiar y laboral posibilitado por la lejanía física e ideal de este lugar en el que está transcurriendo el tiempo libre. Desde estos ambientes donde todavía el pensamiento puede articularse con cierto sosiego (aire puro, espacios abiertos, perfume de salitre,…), se nos permite una visión realista de nuestra situación en el mundo, nos queda un pequeño margen para una reflexión que nos contextualiza en nuestro ambiente social, histórico y cultural. Si la diversión con sus características de descentramiento y de evasión de terrenos conflictivos, contiene de hecho una crítica a veces incluso un poco polémica, si bien aproximada, de nuestra vida cotidiana, el fenómeno de retorno se acompaña inevitablemente de un balance. Es una especie de examen, una necesaria equiparación entre otium y ménage cotidiano. ¿Entonces es mejor vivir de vacaciones?

Emergen las razones que dan un vuelco total a la consideración del trabajo: desde razón de vida a limitador de libertad; cuanto más aumenta esta sensación, más las vacaciones se realizan no por si mismas, sino casi por concesión del Trabajo. Es como si éste dictara los términos del reposo y entonces el veraneante se convierte en esclavo del trabajo que le concede ir de vacaciones. … El colmo de la dependencia se alcanzaría cuando el reposo no permite reposar porque la sospecha de estar sometidos al trabajo crea una auténtica subordinación al trabajo en sí.

Acercándonos a la hora de la vuelta a la vida cotidiana empiezan los temores de tener que retomar la rutina de siempre, temores a veces angustiosos, parecidos a aquellos que hacían penosa la vida de Mattia Pascal el famoso personaje de Pirandello. Este, dándose por muerto, actuó verdaderamente la ilusión de empezar la vida desde cero asumiendo la identidad de Adriano Meis, pero sin éxito.

Más sencillamente la necesidad de reposo y esparcimiento está inducida por un fenómeno característico de nuestro tiempo que se identifica como stress. Los conflictos en el trabajo y en la familia constituyen su caldo de cultivo. El reposo sirve para relajarnos y para aliviar la fatiga. Deberíamos utilizar el tiempo libre para la elaboración del stress a través del reposo.

Una ligera dosis de optimismo es útil para superar la dificultad de “arrancar otra vez“, pero lo es también la acogida de los compañeros de trabajo, el sentimiento de integración en el propio grupo de pertenencia: factores todos que contribuyen a disminuir la dificultad de la vuelta al quehacer cotidiano.

Si consideramos el otium de forma demasiado banal, existe el riesgo de no conseguir un nivel de valoración positiva, sin el cual las vacaciones no serían un auténtico intervalo regenerador entre dos periodos de trabajo.

Visto que el marco natural de las actividades náuticas posibles para los usuarios del Club es la laguna veneta, podemos preguntarnos: ¿Qué encuentran en la laguna estas personas que utilizan su tiempo libre escogiendo este espacio lagunar?

Me detendré sobre un aspecto no secundario de la cuestión: el terapéutico. Si de verdad todos los que poseen una barca pequeña tuvieran plena conciencia de sus efectos, no hay duda de que la laguna tendría un movimiento tan intenso de embarcaciones en todas las estaciones que sería necesario llevar a cabo  una modernización tecnológica de los sistemas de recepción y arrastre, una ampliación de la capacidad de amarre, y dotar de muchas infraestructuras toda la zona costera, con beneficiosas consecuencias para la ocupación indirecta y la economía general, etc.

La fatiga y la ritualidad en los procesos de utilización de los equipos náuticos, mantenimiento, lavados y arreglos varios de los equipos accesorios son unos complementos (necesarios para la eficiencia y el buen aspecto de las embarcaciones), que nunca serán tan aburridos y estresantes a causa de la repetitividad que conllevan, como para obligar a renunciar a lo que se puede conseguir, una vez que el barco empieza a navegar en la laguna: todo ese esfuerzo será recompensado con los efectos que hemos enunciado, y quizás, hemos hecho entrever.

El objetivo de liberarse de una serie de compromisos, a veces insoportables, hemos decidido que constituya un gran incentivo para dotarse, teniendo una modesta disponibilidad económica y un mínimo de autonomía, de un pequeño barco y compartir con otros socios la misma visión del mundo y de las relaciones sociales. A condición de que, cuando ocupemos el tiempo libre, tengamos presentes  algunas formas de ser que tenemos en común.

 

Enero 2005


Traducción de Carmen Albéniz.



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